viernes, 21 de julio de 2017

TAPA "Dorrego Despierta" viernes 21-07-2017

la hilacha ideológica
sobre una opinión del periodista Mario Weinfeild
por Carlos Madera Murgui #

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El principal editorial del diario La Nación del ultimo martes se titula “El derecho de

propiedad y el caso PepsiCo”. Contiene además una sarta de mentiras sobre los hechos. 

La Tribuna de Doctrina se indigna ante un fallo de la Cámara Laboral que ordena 

reincorporar a algunos trabajadores de PepsiCo. La sentencia, afirma, vulnera el derecho 

de propiedad, que define de modo imperdible.  “Los derechos naturales fundamentales son

anteriores a la creación del Estado. Son aquellos que posee todo ser humano por el solo 

hecho de haber nacido. Los más relevantes son el derecho a la vida y a la libertad, es 

decir, a elegir cada uno su propio camino siempre que respete el derecho de los demás. 

Les sigue el derecho de propiedad”. (textual) La cita parece larga pero no tiene desperdicio.

Se consagra o se persigue un “nuevo” orden legal.

El derecho de propiedad precede según La Nación a muchos otros, incluso al Estado

mismo, se franquea la derecha autóctona.

No eran esos los principios de la Revolución Francesa ni tampoco los de la Constitución Nacional de 1853 que consagraba una cantidad de derechos en rango de relativa paridad.
Para la Carta Magna, según jurisprudencia de la Corte Suprema constante durante décadas, la propiedad no es solo la titularidad de bienes, como propugna La Nación. Por el contrario  “comprende todos los intereses apreciables que un hombre puede poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad. Todo derecho que tenga un valor reconocido como tal por la ley”. La sociedad, entonces, no es un conglomerado reducido de dueños  sino una comunidad de ciudadanos, propietarios o no de bienes materiales.
El artículo 14 bis fue incorporado a la Constitución en 1957. Incluye derechos específicos de los trabajadores, entre ellos el de huelga y la protección contra el despido arbitrario. Son su propiedad, bien entendida.
La Reforma constitucional de 1994 amplió la esfera de derechos humanos, considerando parte de su texto a los tratados internacionales. La Nación ignora esos avances.
Tal vez su pretensión cabal sea más ambiciosa medida políticamente y más modesta si de tiempo se trata. Lo que procura es adelantar un año: sentar las bases de la reforma laboral que el gobierno está maquinando, que el establishment económico le pide y que la fraudulenta democracia  brasileña  acaba de establecer. Una norma que despoje a trabajadores y sindicatos de derechos básicos, que forman parte de las mejores tradiciones occidental y argentina.
Las corporaciones empresarias claman junto a esquivos inversores, explicando sus sesudos gurúes económicos, que no convalidarán “el costo argentino”. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca balbucea imprecisiones cuando se le pregunta sobre el tema. Hay que esperar, claro, en  las elecciones, a una victoria sobre “el populismo”.El rumbo está fijado. La Nación se coloca a la vanguardia de la cruzada.
Joaquín Morales Solá incurrió en un giro de lenguaje coherente , escribió textual: “la Justicia ordenó que las fuerzas de seguridad desocuparan una planta de la multinacional Pepsico, tomada por un grupo minoritario de ex trabajadores conducidos por dirigentes de la izquierda dura”.
“Ex trabajadores” es un hallazgo, por ahí menos obvio que el editorial ¿Por qué causa serían “ex trabajadores” los empleados quienes consiguieron su reincorporación por una decisión de “la Justicia” que hasta hoy no ha sido revocada?
La hilacha ideológica se intenta disimular pero queda expuesta.
Los laburantes argentinos, con mejor lectura constitucional que La Nación, reivindican para sí la condición de trabajadores, tengan o no conchabo. “Son” más allá de cómo “estén”.
La privación puede ser completa o parcial. Los incumplimientos empresarios generan la informalidad que despoja a los trabajadores de varios derechos: vacaciones, aguinaldo, indemnizaciones por despido, jubilaciones, coberturas sociales.
 Definirse -y exigir ser reconocidos como-  “trabajadores desocupados” o “de la economía popular” son conquistas arduas, meritorias y, claro está, insuficientes.
 Como fuera, el nombre es atributo de la cosa: los trabajadores de PepsiCo  no perdieron su condición de tales por la arbitrariedad patronal aunque se haya cercenado el ejercicio de sus derechos.
El clasismo explícito se expande en la era de Cambiemos.
La clase propietaria, propugna La Nación es previa al sistema democrático, sus prerrogativas deberían ser intocables. La “derecha moderna”, envalentonada, es reaccionaria al mango. PepsiCo es, no más, un caso testigo.
 Por eso no les preocupa si se cumplió el Procedimiento preventivo de crisis. Por eso no indagan cuántos laburantes firmaron transacciones (bajo presión) y cuántos se rehúsan. Por eso se desentienden de su futuro.
 Las empresas deciden y los demás agachan la cabeza. He ahí la distopía liberal que trata de abrirse camino. No será sencillo aunque se cuenta con lo primero que es la voluntad. Que se concrete o no, dependerá ,como es regla en los conflictos políticos y sociales de la correlación de fuerzas.
# Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LadorregoAM1470


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