viernes, 7 de abril de 2017

tapa "dorrego despierta" viernes 7-4-2017

A partir de la fuerza del derecho

por Carlos Madera Murgui #

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Las memorias no quedan fijadas de manera definitiva, sino que se transforman con el paso del tiempo. Las exigencias del presente o el cambio de las condiciones que determinan su audibilidad y legitimidad, las políticas de la memoria desarrolladas desde el Estado, entre otros factores, pueden determinar modificaciones sustanciales en los contenidos de las memorias.  Días atrás,  marzo 24, como cada año,  un puñado, según el ámbito elegido, pero casi común en mi pueblo, recordamos, conmemoramos, sufrimos, valoramos, puteamos una vez más, sostenidos sobre las distintas valoraciones de aquellos sucesos y sus efectos. La transformación de los discursos y prácticas estatales vinculadas con el pasado dictatorial y sus consecuencias, se focalizaron en todo el país, en esfuerzos acompañados desde siempre por las organizaciones de derechos humanos,  en la necesidad de vincular la memoria de aquel pasado con la demanda de justicia. El golpe cívico-eclesiástico-militar apuntalo el discurso de la guerra contra la subversión contrastando a la más flagrante cómplice violación de los derechos humanos de la cual recuerde nuestro país. En la última década,  por redondear, se alcanza un momento en que la centralidad de la cuestión de la rememoración del terrorismo de Estado aparece plena de renovados y valientes cuestionamientos. Se han plasmado en la institucionalización de algunas prácticas conmemorativas, no estatales, sumamente importantes y en decisiones de alto valor simbólico que buena parte de la sociedad considera la etapa dictatorial de manera impactante, ante el procesamiento de experiencias fuertemente traumáticas. Esta cultura de la memoria ha modificado definitivamente la relación entre las representaciones del pasado y la justicia, ya que se vincula con un proceso de reparación moral, jurídica y algunos o muchos casos, financiera de la víctimas. La desaparición en diversas latitudes de comisiones estatales destinadas a establecer las responsabilidades de los involucrados en delitos de lesa humanidad y la comparencia ante estrados judiciales nacionales e internacionales de instigadores y ejecutores parece haber entrado en terreno cenegoso.  Los “lugares “de la memoria,  son cimentados con todo vigor por quienes todavía recuerdan o esperan,  en el señalamiento simbólico donde vivieron víctimas, construcción de monumentos o espacios vinculados, la represión ilegal.  Hay también sectores con representación que tratan de cambiar, como si la función y la forma de un lugar borrara la memoria o le quitara materialidad a la misma. Este programa seguirá en su comienzo pidiendo por la instalación del monumento o el recuerdo a los asesinados por el terrorismo de Estado en la plaza central de Coronel Dorrego. Es una deuda invisibilizada  por años, se me ocurre sostenida por distintas valorizaciones de aquellos sucesos y sus efectos. Este año la conmemoración oficial continuó con una modalidad de visitar el monolito del vivero municipal, que sirve de paso para que muchos dorregueros se enteraran, que era ese pedacito de cemento con una placa y varios nombres grabados que, ojala no corra peligro, con la modernidad política de nuestro pago, tan proclive a la negación. Otras conmemoraciones no oficiales siguen machacando sin privarse de difundir con el consabido componente político que amerita la fecha;  este año con escasa, como siempre, concurrencia y ante la falta de una comisión por la memoria lugareña que aglutine la recordación de los sucedidos. La memoria, recordación y lucha por una verdadera justicia, se convierte en autentico homenaje de vida para nuestros muertos, eso es más perdurable que cualquier monumento ante la mutación de ciertos discursos y hechos vinculados. El pasado dictatorial sigue haciendo sentir sus efectos hasta hoy; no existe una perspectiva uniforme en el conjunto de la sociedad que restablezca a los derechos humanos como uno de los fundamentos centrales de la legitimidad democrática. La visibilidad y relevancia se modificaran inevitablemente con el paso del tiempo, pero mientras algunos con coincidencia generacional nos acordemos de nuestros hermanos asesinados no ocurrirá.  La práctica académica y la rigurosidad de los historiadores sigue y seguirá siendo no comparable con la memoria y el dolor social.  El “deber de memoria” en el compromiso de la difusión del recuerdo de lo sucedido, a fin de evitar el olvido se convierte en una obligación moral que excede a víctimas y afectados. Nuestro estilo comunicacional, lejos de un discurso cuasi escolar, trata desde hace varios años de enfrentar la muda realidad, tarea no sencilla intentando instalar comprometidas opiniones, por comprometidas y por opiniones, en un amplio arco de voces,  la mas de las veces confrontadas, en el menú ideológico-político,  con mutaciones y desvíos que nutre nuestra democracia que disputamos, disfrutamos y valoramos a partir de la fuerza del derecho.

# Conductor "Dorrego Despierta" de lunes a viernes de 7 a 9 por LaDorregoAM1470.

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